El Pacto Social firmado por las direcciones de CCOO y de UGT ha tenido muy malas consecuencias. La contrarreforma de las pensiones ha aumentado el descrédito de las organizaciones sindicales entre sectores amplios de la gente trabajadora; ha dado por buenos los argumentos falsos que decían que era imprescindible y, en general, ha contribuido a que la gente piense que nada se puede hacer frente a la crisis, que los recortes sociales de todo tipo son inevitables y que el poder de los “mercados”- hablando en plata, de los grandes empresarios y financieros -es tan grande que no se puede combatir contra ellos. También la juventud, ya de entrada distante, se ha alejado escéptica de los sindicatos, mientras que las fuerzas acumuladas en la huelga general del 29-S (gente dispuesta a luchar y a organizarse, nuevas ilusiones, etc.) en parte se han dispersado.
Una crisis que va para largo: Tal como están las cosas, la crisis en la que nos encontramos va para largo. Las medidas que adoptan los gobiernos- inspiradas por la gran banca y la gran patronal - lo que hacen es profundizarla, porque provocan más paro y un empobrecimiento de sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora. De esta forma cualquier recuperación económica real tardará muchos años en producirse y, cuando tenga lugar, la situación salarial, laboral y social de la gente trabajadora habrá empeorado mucho y se habrán perdido derechos y desintegrado servicios públicos acumulados y conseguidos en épocas anteriores a costa de grandes sacrificios. Justamente éste es el plan de la gran banca y de los grandes capitalistas: aprovechar la crisis no sólo para aumentar sus beneficios, sino también para eliminar derechos y ampliar su poder.
No hay que hacerse ilusión alguna sobre que los planes de ajuste ya realizados, la reforma laboral o la reforma de las pensiones sean el punto final de los ataques contra la clase trabajadora. El mecanismo que aquí funciona es muy sencillo: mientras no haya respuesta a las agresiones, éstas continuaran, corregidas y aumentadas, y los financieros y capitalistas pedirán más y más.
Nuevos ataques a la vista: Sin ir más lejos, la negociación sobre la reforma de la negociación colectiva es buena muestra de ello: la patronal pretende entre otras lindezas cargarse la “ultractividad” (cuando un convenio acaba y mientras no se acuerda uno nuevo continúa funcionando el anterior) o hacer aun más fácil el descuelgue de las empresas de los convenios, convirtiendo éstos en papel mojado.
Pero, después de las elecciones, veremos también como se suceden una cadena de ataques desde los gobiernos autonómicos y locales, como ya ha acontecido en los casos de Catalunya y de Murcia, en forma de privatizaciones, recortes y externalización de servicios; recortes salariales y subidas de tasas e impuestos.
Existen políticas alternativas para salir de la crisis: Ante este negro panorama puede resultar fácil caer en el desánimo y esto es lo que es preciso evitar. Porque, por un lado, existen políticas alternativas de izquierdas que nos permitirían salir de la crisis, adoptando medidas tales como la creación de una banca pública bajo control social, una reforma fiscal progresiva que dote al Estado de recursos, la negativa al pago de deuda pública a entidades que la han adquirido en forma abusiva e inmoral o reformas de los sectores productivo y energético para hacerlos ecológicamente sostenibles, por citar algunas de mayor envergadura.
La pasividad no es un hecho inamovible: Por otra parte, la pasividad social ante la crisis, que las direcciones de los grandes sindicatos han potenciado con sus políticas pactistas, no debe considerarse como algo inamovible. Es posible, y hasta puede que sea lo más probable, que la resignación y el fatalismo den paso finalmente a la indignación y a la lucha. Casos como el de las luchas del funcionariado de Murcia, sorprendente en un principio, pueden reproducirse en otros lugares.
Para potenciar en lo que podamos esta situación y para aprovecharla cuando se produzca, hace falta sin embargo realizar ahora un trabajo difícil de organización y de resistencia: en los grandes sindicatos favoreciendo la articulación de corrientes críticas con las políticas de las direcciones; en los sindicatos combativos, impulsando su extensión y crecimiento y la coordinación entre ellos para la acción; en los centros de trabajo y en los territorios organizando de manera autónoma a la gente trabajadora dispuesta a luchar.
Necesitamos la coordinación y la solidaridad europea de la clase trabajadora: Es muy importante también prestar atención a la coordinación europea de las luchas. Se han producido a lo largo del desarrollo de la crisis y de la imposición de los diferentes planes de ajustes bastantes respuestas: Huelgas Generales y movilizaciones en Grecia, Francia, Portugal y en el mismo Estado español el 29-S; combates estudiantiles en Inglaterra e Italia... Pero las contestaciones han quedado, a pesar de la potencia de alguna de ellas, aisladas, lo cual ha favorecido su neutralización. El espíritu internacionalista, combativo y solidario del Primero de Mayo es el que ha de inspirar la respuesta de la clase trabajadora al ataque histórico que se está produciendo contra ella. Sólo de esta forma, organizándonos, combatiendo y siendo solidarios, conseguiremos invertir la dirección de los acontecimientos. Es posible hacerlo.