La ONG denuncia que se les dificulta el acceso al empleo, a la educación y a la libertad de culto
24 abr 2012
7 abr 2012
Sakura en Fukushima
Níveas flores emergen de botones rosa,
desafiando los restos de aire enrarecido.
Ajenas al destrozo del ser y de la cosa,
se dejan mecer por una brisa que te anima.
Recuerda el bullicio de la calle hacendosa
vista desde el tatami asentado en la tarima
de olorosa madera de ancestro, florecido.
Él luchó contra viento y marea hasta la cima
para ver su labor marchita bajo una losa.
Como esta estrofa, cuyo corazón siempre rima
con el de las hermanas,-que la tierra es porosa-,
riman los sentimientos del árabe uncido
en el Creciente Fértil por la secta tramposa
que en el dolor y en la sangre nada escatima.
En tierras del Sol Naciente parece azarosa
la caída de las flores que a tu ojo mima.
Se convierte en una alfombra, en un suelo mullido.
Se acepta que Natura nos queme con su calima
de Cesio enfurecido por la ola portentosa.
Mas acá cuesta avalar; cruel inquina qadima
que siega flores de almendro, con su mariposa,
antes de que le dé tiempo a probar un lamido
del néctar goloso con su trompa ondulosa.
Tal es la lacra asesina de la vera, prima.
Sakura en Fukushima,
que poco a poco se acerca
la triste inquina qadima
Primavera la llaman, porque se alegran tanto
de que su plan fratricida, oculto en el manto,
haga revivir la máquina devoradora
que exporta muerte, traga futuro, roba ahora.
Almendro plantado por la mano de ese santo;
vendrá otra mariposa a curarte de tu espanto
con polen de Hanami, bajo alas portadora;
de verdadera Primavera escanciadora.
Traerá fragancias que te harán olvidar tu llanto.
Cerezas para tu almendra amarga. Yo te planto,
rojo sobre blanco para que des rosa mora,
ungida de perfume oriental; embriagadora.
Sakura en Fukushima,
que ya pronto nos invaden
con su tóxica calima.
Autor: Kamal Al-Nawawi
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